La evolución continua de los hábitos de consumo del mueble exige un proceso de adaptación constante por parte de distribuidores y fabricantes. Inmersos en un mercado plenamente competitivo, tanto unos como otros intentan atraer a los compradores potenciando una serie de aspectos que les diferencien del resto y que se consoliden como ventajas competitivas.
Así mismo es un hecho contrastado que el uso intensivo del conocimiento (información) se ha convertido en el factor principal en la actual fase de desarrollo económico. Ello es consecuencia de la extensión del fenómeno de terciarización (incorporación de factores intangibles) a los productos y servicios “tradicionales”, cuya demanda exige cada vez en mayor medida atributos de diferenciación. Pero también del crecimiento en la demanda de nuevos productos y servicios generados al amparo del desarrollo de las nuevas tecnologías, cuya característica fundamental es precisamente la información.
La etapa actual del desarrollo económico se caracteriza por la creciente exigencia de atributos de diferenciación de bienes y servicios a impulsos de una demanda solvente con altos niveles de renta, por encima de los niveles de subsistencia. El termino “diferenciación” se relaciona con ciertas características o propiedades (reales o formales como calidad, imagen de marca, diseño, características técnicas…) implicando generalmente valores añadidos de caracter intangible, consecuencia directa de la aplicación del conocimiento técnico o creativo de los productos o servicios.
La importancia que todo ello alcanza para la supervivencia (y la posible ampliación de mercados) de los llamados sectores tradicionales, resulta evidente; más aún si se tienen en cuenta la progresiva equiparación de los costes salariales, tecnologías disponibles, redes de distribución… a los niveles europeos y por tanto, poco puede esperarse a tales sectores en términos de crecimiento basarse casi exclusivamente en la competencia via precio.